Como me gustan Califone. Que forma de llevarte a lugares donde el silencio se hace compañero de la densidad emocional, a sitios donde poblar con murmullos la sensación que te genera cuando escuchas joyas como la canción que titula el cd, hit de tristeza infinita, paraguas donde meterse para protegerse del ansia de los tiempos malos.
2013, y Tim Rulli continuaba con su armazón entre lo experimental, el folk espantapájaros, y sus conocidas disgresiones realizadas con pócimas de músicas dispares. La trotona "Frosted tips" es otra muestra de que este extraño arapajoe del rock más extravagante, seguía en plena forma. Siempre me pareció que su suerte debería haber sido otra. Todos los parabienes para bandas como Wilco, y Califone, esperando una andanada de reconocimiento, un baile de salón de un oeste plagado de lirios y espiritus del ayer.
Califone me produce melancolía. Oigo "Magdalene" y su radiante sopor que mece tardes sin fin y me digo que si, que es imposible que Califone produzca un mal disco. En "Bells break arms", es el piano quien lleva la voz cantante, el paroxismo de lo mínimo.
"A thin skin of bullfight dust" es la más activa del disco, una exploración magnífica a ese mundo que recrea Rulli con sus circuitos eléctricos en un mar de música brumosa, cabaña donde meterse para esperar que escampe la diatriba de los augurios funestos. Caos controlado, feedbak tenue y siempre la sensación de que Califone tienen la capacidad para la sorpresa infinita.
La mejor del disco para el final. "We are a payphone", reflexiva, loas a la luz tenue del atardecer, a los toboganes de la intriga. Lo último que sabemos de Califone fue la aparición el año pasado de un ep, "Insect courage". Deseamos su continuación. No hay nada como hacer parada y fonda en este grupo, comprimido de un viaje seguro de elevación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario