A veces ocurre. Me gustaría que fuese más a menudo, que se repitiese. Pero no, no estamos en los 90. Me llegó la noticia de la existencia de Löbison por medio de un blog amigo, donde comentaban su ultimo disco "Solo" (2016). El impacto fue cuando lo escuche; luego me fui a youtube y vi el video de "Mi gran día" (desde ya una canción para un hit eterno), y ya sabía que tenía que hacerme con sus dos discos. El mismo día los pedí. Al día siguiente me llegaron. A querido el azar, que éste artículo sea el número 700 en los cinco años de Discos Pensados.
Lo que más me sobrecogió fue la voz de su cantante, Juamba d'Estroso (hasta su nombre posee gravedad), y una fuerza emocional desbordadora que me dejó desde la primera escucha hechizado. Es como si Tindersticks se hubieran instalado en Sevilla, para continuar sus dramas cotidianos, sus vaivenes de dolor interior, todo regado con guitarras que son aspavientos, con desdicha que es tormenta.
"Mi gran día" (¿cuántas veces la he escuchado ya?) es todo un torrente de medicina de tristeza. una operación a corazón abierto, himno decadente que grita desde el silencio, que se retuerce mientras Juamba se parece un rato a Nino Bravo, conduciendo por la senda de los guiños de la soledad.
Me entero que antes de Löbison fueron Falso Cabaret, donde sacaron también con Green Ufos, "Para muchas amigas mías". Salió la luna llena, dejaron los ropajes en el bosque y se convirtieron en Löbison, como el título de una de las canciones de ese primer disco. Y luego, la explosión. los 30 minutos de "Perro amor" te condenan a seguirles. "Un buen hombre" como todo el cd es una maravillosa concatenación de urgencias sentimentales. No me extraña que el gran Dominique A, se quedase prendados de ellos cuando fueron sus teloneros.
"Bala hedonista" es pavorosa, noctámbula, repicando tormentas eléctricas mientras el veneno llega a los besos y los besos se convierten en sedimento. Suena un piano, no pasa nada, es una mueca del otoño carnicero. A veces ocurre, escuchas una banda y sabes que estás ante algo grande. "Soy un traidor", te desarma, conmoción siderúrgica que penetra y te eleva, mientras el grupo conspira para hacer de ti secta.
Y llega "No dejar de decirlo" y sigues metido en la vorágine de excesos sentimentales. Crudeza y abrir las alas para volar a sueños improbables, a susurros que vengan de acordes de secretos. El acordeón es un rubor y "Tu dolor perdonaba" es otro pedazo más de canción para aturdir tus sentidos en incomodas sesiones de recuerdos no gratos.
Löbison te secuestran, son una anomalía en el panorama independiente de este país, un sonido que te deja sin aire, de esas veces que la espera de la llegada de un disco, son momentos de ansia y nervios. Como en los 90, pero más viejos. La semana que viene, la segunda parte, con "Sólo".
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