No me extraña que este grupo madrileño se haya forjado una fama y una buena legión de fans. Desde la cuidada edición de sus discos, hasta sus camisetas, y como no, lo más importante, su sonido, es el resultado de un trabajo bien hecho, de una carrera marcada por discos titulados con números romanos, donde el post rock se da la mano con el post metal. Aquí es todo post. Y funciona de principio a fin.
Han sabido continuar la idea de sus anteriores discos, pero ofreciéndonos en este "IV", un mayor signo de tranquilidad, aun sin perder toda la potencia kilométrica de su sonido. "Strelka" es una buena muestra de ello, de toda su rabia que perfora luces y detona hielos.
"Qarqom" es es una pasada, cuando sobre el minuto tres cincuenta empiezan el festival de guitarras que da paso a una necesaria especulación de post rock, concienzuda, matemática, crisálida, serpiente que pierde su piel en busca de esos zorros hambrientos que muerden y devoran. Casi 10 minutos de catarsis indestructible.
Toundra es un caballo desbocado, es una jauría de músicos que hasta en sus desgarros más experimentales como "Lluvia", se dejan llevar por la nitroglicerina del ruido para que sin darnos cuenta, en "Belenos", tengamos en frente de nuevo a una barricada con cicatrices de memoria funesta, una épica encrucijada de guitarras que repican aires de grandeza compulsiva, cienos envidiables, remangarse los brazos y aplaudir granizos de feedback atronador.
Tranquila empieza "Viesca", guitarra acústica, medieval tiempo entre jara y rocío que reparte botellas de mañana al aventurero que quiera pisar los bosques frenéticos de la dicha buena. Dulce y especial, manto al hombro, la hierba y las nubes chicharras de sueños. Cuando más he vibrado es con la rabia y los tempos lentos y brutos de "Kitsune", donde se lanzan sin paracaídas a la estridencia y a la calma contenida. Suben el volumen, montan en bicicleta de tensión, arreones que son susurros que matan, bocanada y aire fresco. Un tour de force de post metal con paradas en la espeología del sentir.
"Oro rojo" la que pone el fin a "IV" es otro tobogán de cartas marcadas por esa explosión que en cada minuto te hace seguir la estela de una banda grande, cuyos trabajos son mapas sensoriales para los que amamos las disgresiones guitarreras, las heridas del corazón. Los zorros sigue su paso, buscando una nueva madriguera, nuevas presas para alimentar a sus crías. Llega la noche, se apaga el disco, el buho real empieza a cazar....
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