El cuarto disco de los de Brooklyn fue todo un pasote. Una vuelta más de tuerca a su manera de hacer del bestialismo sónico un lugar donde también tiene cabida otras sonoridades para calmarnos el alma mientras nos reponemos de sus mazacotes de bilis y punk.
"Open the door" es una delicia casi country, que da paso a otro órdago (con las vista en Sonic Youth y Dinosaur jr), con tintes psicodélicos mientras se prepara la tormenta, los truenos, la patada en la pared para sacar de si mismo toda esa rabia que no se quiere contener.
Porque ya al tercer corte, "Without a face", con armónica incluida vemos a la banda esforzándose en cantar las cuarenta a la calma. Quizás no sea tan explosivo este disco como su anterior "Open your heart" (2012), pero los chicos han sabido aunar fuerza con mixtura, tradicción con punk desbocado, donde Husker Du, parece que tienen sus descendientes ilustrados.
Oyendo "The Brass" parece que estemos haciendo un viaje en el tiempo,encontrados en una cipsula espacial con The Stooges, detonando las guitarras como si quisieran acabar con ellas a base de gruñidos poéticos.
"Electric" es otro salmo salvaje, otra itinerante manera de perderte por este melódico a y la vez salvaje espacio donde todo es posible, donde se mece la fiereza, donde se congela el alma. Cuando quieren se ponen marchitos como en la efectiva y casi pop, "I see no one", para en "Bird song", tirar de nuevo de tradición armónica al viento, para dar paso a "Freaky" y sus dos minutos de indie rock devorador.
Para terminar, los ocho minutos de "Supermoon", extraña, visceral, en coma de imprudencia para saltarte todos los controles posibles. Una banda de esas que hay que seguir muy de cerca. Furibundos y machachones, salteadores de caminos, punk tomándose copas en la barra de un poblado del Oeste.
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