miércoles, 30 de diciembre de 2020

KING KRULE. "Man alive" (2020)

 


Mañana se acaba el año. Por fin. Una maldita sucesión repleta de muertes, de confinamientos, de virus, de depresión. Que mejor que terminarlo con un discazo de unos de los artistas nuevos londinenses que con cada trabajo que saca nos deja más enmudecidos. 

"Man alive", es su obra cumbre, la más madura hasta la fecha. Repleta de reflexiones de canciones que se narran, de post punk abstracto como ese disparo certero y oscuro que es "Supermarché", o la inicial "Cellular". Archy Marshall, el que se pone el gorro de King Krule nos lo ha vuelto a jugar. 

A veces se disfraza de un rapero nacido en una cañada de ratas ("Stoned again"), y otras te seduce con un bajo asesino y una ritmo de esos que dan miedo ("Comet face"). Ya dio en el clavo con "The OOZ" (2017), y ahora acomete este puto 2020 que ya se va al carajo con un equilibrista conjunto de temas todos ellos necesarios, repletos de incienso y laúdano. Siempre buscando el equilibrio. 

"Perfecto miserable" es íntima y decadente, "Alone, Omen 3" fantasea entre el hiphop y el activismo crooner, para en "Airport antenatal airplane" volvernos a perdernos en su laberinto mutante de sonidos cruzando una avenida repleta de posibles accidentes. 

"Theme for the cross" es delirante y adictiva y "Underclass" es una especie de bossa futurista para perderte un poco más si cabe. Melódica tiranía la que emplea en "Energy fleets", para terminar este disco que no tiene desperdicio. 

Au revoir 2020, ya estamos hablando sobre tu posible epitafio, sobre la escoria que nace a los pies de tu tumba. King Krule pone otra banda sonora más para olvidar lo que no se puede olvidar. Siempre nos quedaran las canciones....



martes, 29 de diciembre de 2020

MADENSUYU. "A field between" (2006)

 


Descubrí a esta pareja belga formada por Stijn "Ylode" Gezelle a la guitarra y PJ Vervondel a la batería hace unos años cuando el azar quiso que me topara con esa inclasificable bomba de relojería que se tituló "Stabat mater" (2013) y su extraño post rock con aceite de lirismo, con velas de noise. 

"A field between" fue su primer disco y la verdad es que ya desde aquí vemos las notas fundamentales que han ido desarrollando a través de los años (la última noticia de ellos fue "Current" de 2018). "No why no wow" es un himno en toda regla, y "Sugar on" es un compendio de tranquilidad y desarrollos eléctricos que quitan el hipo. 

Siempre han tendido a lo mistérico, a la catarsis en forma de piezas que parecen regodearse en un clasicismo inclasificable como esa letanía llamada "For a while". Que pasada la tristeza agitada de "Suck on more to come", y esa voluta de humo en tus ojos acuosos que se titula "White on my sight-field".

"Papa bear" es mi favorita de todo ese cadalso de belleza, de todo este torrente enigmático de canciones que te mecen entre furia y rabia, entre lisonjas de andar por casa, entre lunáticos aspavientos de soledad extrema. Y el goce no para. "Dido" es magnética, espectacular, como "Should we ever fall" y su galimatías de estrías en la guitarra. 

Acaban con "Share a lot", otro salpullido de post rock que se cuece a fuego lento entre densos humos que viven entre vientos insurgentes. Que nadie se pierda a Madensuyu. Lo suyo atrapa. Lo garantizo....





sábado, 26 de diciembre de 2020

MOURN. "Self worth" (2020)

 


Vaya puntazo. Escuchando a este grupo de jóvenes amantes de la distorsión, añoro que no exista en la juventud actual una corriente que se salga de la uniformidad acuciante, de la borreguez militante que se nota desde el instituto en los chavales y chavalas. Ya no hay tribus, ni ganas de ser distintos, de crear expresiones artísticas, de no ser un número más. Todo es previsible, aburrido, programado para no salir del círculo de los juegos y los putos teléfonos.

El mejor disco hasta la fecha de esta banda comandada por las hermanas Jazz Rodriguez Bueno y Leia Rodriguez,  (hijas de Ramon Rodriguez ex-Madee ahora The New Raemon) con la importante aportación de Carla Perez. Como suenan de bien Mourn. Sus guitarrazos son pepinos al por mayor como ese himno que es "This feeling is disgusting", o esa épica socorrida titulada "Call you back". 

Seguro que si hubieran nacido en los 90 hubieran llenado estadios. El escupitajo potente de "I'm in trouble" , la vacilada de "Men", o ese inicio frenético de ""Gather, really". Lo que ya empezaron a demostrar con "Sorpresa familia" (2018), se ha multiplicado en este "Self worth". 

No me extraña que la prensa musical gala se haya fijado en ellas. Son frescas, adictivas ("The tree"), te envuelven con su potencia ("Say three"), y nos rendimos ante la efectividad de su catarsis programada para a los que ya superamos los 50 nos nazca una sonrisa cuando los escuchamos. 

No hay más que decir buenas palabras cuando oímos pasadas como "It's a frogs world", adictiva y radiante, o ese inicio de bajo en "Apathy" donde al poco las vemos desarrollando al máximo sus criticas y sus bilis juvenil. 

Me quito el sombrero. Esto es lo que hace falta. Lo próximo sería que Steve Albini se fijara en ellas para grabar en su míticos estudios. De allí podría salir una hecatombe. Bendita juventud la de las colegas. Chapeau por ellas, por su vigor, por su contundencia, por su necesaria mala leche. Que aprendan los que tienen su misma edad.....


miércoles, 23 de diciembre de 2020

THE OLIVIA TREMOR CONTROL. "Dusk and cubist castle" (1996)

 


Con este disco empezó la andadura esta banda neopsicodélica con un sonido tan cautivador, repleto de colores y de viajes en túneles donde es imposible ver la salida ("The opera house"). En este extenso doble disco que se grabó con sonido cuadrofénico, existen pinceladas que van y vienen de poco más de un minuto como "Frosted ambassador" y "Jumping fences", junto a otra buena colección de trances lisérgicos. 

The Olivia Tremor Control, integrantes junto a The Apples in Stereo y Neutral Milk Hotel, del colectivo llamado Elephant 6 Record Company, sabían moverse a universos paralelos ("Define a transparent dream"), o volcarse en tonadas de un extraño pop sintético ("No growing (exegesis))". 

Sonidos de los setenta en vaciladas como "Holiday surprise 1,2,3", o rayaduras folk como "Courtyard", se pasean por un disco de esos que hay que escuchar bastante veces para que te quedes con lo fundamental: su sustrato de espeología astral ("Memories of Jacqueline 1906").

"Marking time" es envolvente y adictiva  y a partir de hay comienza la ralladura, con un montón de piezas bajo el nombre de "Green typewriters", todo un delirio. Así que "Dusk and cubist castle" hara las delicias a los que les guste embarcase en trayectos sin dirección conocida. Puro dislate. 



domingo, 20 de diciembre de 2020

LUSH. "Lovelife" (1996)

 



Que lejanos que quedan los años 90 aquellos que vivimos con excitación cada día, cada descubrimiento musical que caía en nuestros manos. Por eso es una delicia bucear en el arcón de los recuerdos y rescatar disco como este "Lovelife", el cuarto disco de esta banda inglesa que navegaba entre el dream pop y el shoegazing. 

Vaya puntazo el globazo pop de "Ladykillers", o esa maravilla con aires de psicodelia que se llama "Heavenly nobodies". Siempre fueron para mi más dream pop que shoegazing. "500 (shake babe shake) es buena muestra de ellos. Pero siempre nos hicieron pasar buenos ratos, a nosotros los que que vivíamos enfebrecidos con las guitarras de Sonic Youth o Pixies. 

A veces había que relajarse y ponerse tonadas del tipo de "Papasan", y otras veces no podíamos parar de movernos cuando nos topabamos con la ardorosa "Single girl". Jarvis Cocker aparece en "Ciao!" y en "Tralala" nos arropan con una infinita y delicada tristeza pop.

Puntazo barroco es "Last night" y "Runaway" es todo un hit torrente para llevarte como un caramelo a la boca. "Lovelife", fue su canto de cisne, su último conjunto de canciones. Cerraron el círculo con sus melodías añejas, con sus sonido tan de la época. Todo un gusto volver de nuevo a ellos.



viernes, 18 de diciembre de 2020

THE BATS. "Foothills" (2020)

 


Apunto de acabar el año y nos viene este regalazo desde Nueva Zelanda. 40 años en activo, y en este su décimo disco (perezosos son un rato), de lo mejor del año, nos vienen a dar lo que ya sabíamos de ellos: melodías cristalinas, pop de altura, coros que sobrecogen....

Pon tu dedo en el play y déjate llevar por "Trade in silence". ¿Es o no irresistible? Alojados en ese dichoso sello llamado Flying Nun, brújula donde siempre llegamos a descubrir grandes cosas (The Clean, David Kilgour, The Chills... solo por citar algunos nombres de una ilimitada producción de música para no perderse), este "Foothills" es una delicia. 

Robert Scott sigue con la varita mágica en pleno rendimiento. Y de ella nacen pasadas como "Warwick", o tranquilos y sosegados paseos por el chamber pop como "Beneath the visor". The Bats son pop y son guitarras, y de esa conjunción nacen bellezas del calibre de "Scrolling" que llevo escuchando toda la semana sin parar, en un random absorbente, mecido por las pupilas instrumentales que hacen crecer nubes. 

"Another door" es un himno para dormir despierto y "Red car" reparte buen rollo en cada segundo canción. Se queda uno sin palabras ante tan calibre de grandeza musical. "Field of vision" es correosa, generosa en una leve distorsión que acompaña una melodía que se te clava en las amígdalas del sentir. No tiene fin el goce, cada tema suben el listón una altura más ("Change is all").

Y es que hasta cuando se ponen tranquis te dan ganar de abrir la semana y gritar alegría ("As you were"). En años tan desastrosos como este, con la maldita pandemia que tanto daño ha hecho, escuchar a The Bats es la mejor farmacopea para detener la tristeza ("Gone to ground"). 

Lo dicho, si aun no lo teneis, compradlo. Lo de The Bats tiene nombre: arte al cuadrado, música atemporal, y sobre todo, melodías, muchas melodías.....



miércoles, 16 de diciembre de 2020

EXPLOSIONS IN THE SKY. ""How strange, innocence" (2000)


 Con este disco empezó su andadura una de las bandas más interesantes de post rock desde que el género se abrió a otras pinceladas lejanas de la ortodoxia inicial del género. Dieron el bombazo con su siguiente disco, "Those who tell...." (2001), el cual no paré de escuchar cuando salió, con sus truenos de guitarras entre calma chicha de lirismo.

En este primer disco, se nota lo que iba a venir después. Tanto "A song for our fathers", como "Snow and lights", puedes ir intuyendo que Explosions in the Sky prometían.  Música instrumental, largos recorridos sónicos donde se explayan a la perfección sobre todo con ese punteo característico que hace que sean reconocibles a la primera de cambio ("Magic hours"). 

Los de Texas aun contenían la catarsis que en sus dos siguientes trabajos iban a colmar la dicha de los que con tanta ansia degustamos esas tormentas que nos dejan como nuevo. Aquí, las canciones aunque tienen su componente de tensión, están todavía en esa fase que sabe que nos encontramos al oírles con una banda grande ("Look into the air").

Siempre fueron maestros en perforarnos el ánimo con sus paisajes repletos de melancolía, donde la distorsión se hacía fuerte entre pequeños espasmos de poesía, como vemos en la insondable "Glittering blackness", donde  manejan a la perfección los medios tiempos, letanías que se disuelven en volutas de nubes pasajeras. 

Todos los temas superan los 5 minutos, todos poseen ese aliento especial para embriagarte con un veneno acariciador ("Time stops"). Todo un gusto volver a encontrarme con ellos. Que buenos momentos de intensidad sin límite, de crudeza siempre tímida.



lunes, 14 de diciembre de 2020

SCOUT NIBBLET. "Kidnapped by neptune" (2005)

 


Scout Nibblet es una potente cantautora inglesa, que nos ha regalado un buen puñado de discos intensos y brumosos. Para este su tercer trabajo, contó con la producción de Steve Albini, el mago de Electrical Audio, el gurú del noise. Y claro, lo que podía haber sido un paseo mañanero por un jardín repleto de reflejos primaverales, se convirtió en un mar de espinas de esas que te noquean a su antojo.  

Ya había despuntado con "Sweet heart fever" (2001) y  "I am" (2005), pero con este "Kidnapped by neptune", dio un paso adelante. Tremenda la aridez guitarrera de "Hot to death" o la falsa candidez de la que titula el disco.  

Ecos de Pj Harvey, de oscuridades que transitan en ciénagas de amor ("Pom poms"), o  cruzadas interiores con hachazos de guitarras como la increíble "Lullaby for scout in 10 years". Todo sirve a Scout Nibblet para convertir en gemas de drama su predisposición por el interiorismo más eléctrico ("Fuck treasure island"). 

"Relax" y "Valvoline" es donde más se nota la mano de Steve Albini, dotando a los temas de la crudeza que caracteriza al mago de Chicago. Vaya pasote. La batería es el instrumento que más presencia tiene, ("Newbury port"), que hace de soporte a las historias de Scout, pergeñando ritmos minimales y crispados como en la inquietante "Drink to me".  

En 2013 perdimos la pista a la buena de Scout Nibblet con el interesante "It's up to Emma". Nos quedan sus canciones, como radiaciones que frecuentan tu estado de ánimo, como cirugía para momentos de sonoros silencios....

 


viernes, 11 de diciembre de 2020

LUGGAGE. "Shift" (2019)

 


De Chicago son este trío, y como no, en los estudios del maestro Steve Albini, Electrical Audio, grabaron este portentoso disco de noise rock, de mathrock enfurecido, con canciones tituladas con una palabras (menos una, con dos), con rabia sin contener, con furia de esa que hace destruir cielos. 

"Cam", es el comienzo de la tormenta, con ese sonido que apabulla, lineales sombras de bajo y una minimal confabulación de decibelios que perforan y perforan silencios. No hay desperdicio en "Shift". No hay donde sentarse cuando empieza a sonar maravillas del tipo de la canción que titula el cd, donde condensan a la perfección ese maremoto sónico, ese ritmo endiablado. 

Luggage inquieta. Luggage no te deja cómodo, Luggage es un estilete afilado que no se detiene ante nada. "Rain" es colosal. Letanía lenta, la guitarra parece que quiere construir algo así como una melodía, pero antes de llegar a alguna parte se convierte en una oasis de perdición. Michael Vallera, su vocalista, en vez de cantar, recita dolor, aislamiento; crudos inviernos te imaginas como decorado perfecto para lo que oyes. Bestial. 

En el tema de dos palaras, "Every day", nos recuerdan a la pegada de Shellac. Esto es contundencia, esto es devastación. Como ese revoltijo sónico que es "Blurred", himno que se destapa como la mejor track de un inconmensurable álbum. 

No puedo dejar de escuchar la tristeza que rezuma por los cuatro costados "Watching". Algo así como slowcore subido de revoluciones, armado de nitroglicerina para el corazón. Sin palabras. El fin viene con "Rest", un epitafio a uno de esos discos que deja huella, que perfora tu necesidad de músicas para elevarte.



miércoles, 9 de diciembre de 2020

NOTHING. "The great dismal" (2020)

 


No hace falta esperar mucho. En la primera canción de "The great dismal", está la clave de este magnífico disco. "A fabricated life" es un abisal y tierno pasaje de shoegazing a ralentí, donde la banda de Dom Palermo, pone las piezas para que te adentres en este jardín secreto repleto de revocecos donde poder uno quedarse a gusto sin ser molestado. 

Ya me dejaron flipado cuando me tope con ellos en el año 2016 con ese excelente "Tired of tomorrow". Ahora, han vuelto a poner rosas en el pico de la distorsión ("Say less"). Y es que es un puntazo como se mueven en aguas del post metal más accesible como en esa sacudida guitarrera que posee "April ha ha", o esa viaje a los 90 que es "Cath a fade".

Nothing tienen la virtud de resumir en sus canciones lo mejor de sus preferencia musicales: himnos de de guitarras saturadas con voces que recuerdan a bandas como Ride ("Famine asylum"), y metálicos aspavientos siempre contenidos, por su capacidad por verse imbuidos en burbujas de esas que son abanicos astrales ("In blueberry memories").

"Blue mecca" es la más delicada de todo el disco, una letanía de bromuro, que se ve agitada por un seísmo eléctrico de esos que nos gusta a los que amamos los vaivenes silencio/ruido. Como "Just a story" y su cabalgata por noches repleta de brumas y desasosiego. 

Acaban con "Ask the rust", la mejor manera de terminar este recorrido salpicado de gotas de los 90, actualizadas en tormentas de esas que tardan tiempo en irse de los cielos. 



domingo, 6 de diciembre de 2020

LOS PLANETAS. "Una semana en el motor del autobús" (1998)

Discos como este conforman parte de la biografía musical del que escribe. No se cuantas veces viajó conmigo en forma de cassete por los barrios de mi ciudad o camino de la sierra que tanto oxígeno me dió. Y es que el tercer disco de Los Planetas está repleto de hits, de canciones recuerdos, de tragedias cotidianas, y sobre todo, y más importante, de mucha distorsión. 

Vaya manera de empezar un trabajo con "Segundo premio" y "Desaparecer". Jota y sus chicos en plena ebullición creativa, crearon uno de los mejores trabajos que se ha hecho por aquí. Tanto en el sonido deudor de lo que ya Mercury Rev o Ultra Vivid Scene  habían hecho, como en las letras que definían a la perfección los infiernos particulares que estaban viviendo los miembros del grupo ("La playa"). 

Este disco esta repleto de excesos. Los mismos que rodean la biografía de una banda, los mismos que han hecho que canciones como "Parte de lo que me debes" esté clavada como un pincho usb en la memoria interna de tus cosas del ayer. Escuchabas a Los Planetas y podías ubicar hechos que te pasaban, sacaban a la palestra sus frases repleta de sentencias que las hacías tuyas porque siempre buscamos una banda sonora para poner en todo lo importante que nos pasa ("a veces pienso en lo estúpido que fui, las fuerzas que gasté, el tiempo que perdí" de "Parte de lo que me debes" es un ejemplo de ello). 

"Un mundo de gente incompleta" es psicodelia planetaria elevada al cuadrado y "Ciencia ficción" es una golosina de indie pop para consumo y gozo inmediato. En "Cumpleaños total" resumen toda la afición a los viajes con sustancias que tantas veces ha salido en las letras de sus canciones, para en "Toxicosmos" (mi preferida con ese sonido tan Mercury Rev), reventarnos con sus guitarreos distorsionados. 

Y es que la última parte de "Una semana en el motor del autobús" es la mejor manera de vivir el subidón de todo lo anterior. Viene la bajada, la depresión, las ganas de meterse entre las sabanas y nace "Linea 1" y "La copa de Europa", donde irremediablemente aunque las hayas oído 50 veces, vuelves a darle al play para seguir la estela planetaria. 

Sin duda uno de esos lps que conforman la máxima creatividad de un grupo que tantos buenos momentos nos ha dado. Rebobino y rebobino, y siempre me encuentro algún tema de Los Planetas para mitigar esos momentos de tristeza que pedían cita con mi yo. Grandes, cueste a quien cueste.



viernes, 4 de diciembre de 2020

BOHREN & DER CLUB OF GORE. "Patchouli blue" (2020)

 

Adoro a Bohren & Der Club of Gore. No me he perdido ninguno de sus ocho anteriores discos, y claro, este noveno no iba a ser menos. Los alemanes, tejedores artesanales de música triste, de sonidos para films imaginarios, de trágicos compuestos de absenta, han vuelto con nosotros después de 6 años de ausencia. 

Y no han podido venir en mejor momento. Si "Total Falsch" es el comienzo lírico, "Verwirrung am strand" es su continuación en forma de score de película de cine negro. Con el saxo que repta, con la luz en medio de la penumbra que entra y te pide sosiego, que no eligas la oscuridad o lo claro, que se puede vivir en ambos sitios sin miedo a erosionar tu silencio.

Que manera que tienen de ponerte la piel de gallina. "Glaub mir kein wort" es un pasaje repeto de desolación, de una tristreza infinita transmisora de una paz que emerge de las brumas, donde te enredas cuando suena la que titula el cd, un paisaje repleto de misterio, de notas que vagan en el aire entre exaltados latidos que bien pudieran sonar en cualquier obsesión de David Lynch. 

Ya cuando aparece el piano que introduce "Deine kusine", estas de lleno metido en una vorágine de quieta agitación, una constante amalgama de pulsiones que te seducen, que provocan una querencia a no moverte, a seguir con la escucha de este hipnótico trance repleto de memorables momentos.

Todo "Patchouli blue" es embriagador, sedoso, cloroformo que agita tu retina, tenues sonidos que se volatizan en un crisol de suspiros ("Vergessen & vorbei"), o en increibles secuencias para postergar el sueño hasta los días donde se acaban las pesadillas ("Tief gesunken"). 

Al final, cuando empieza a sonar "Meine welt ist schön", te da la sensación que has estado hibernando durante una hora, que se paró el tiempo, que te disolviste en un vaho efímero. Sublime. A todo aquel que aun no halla sucumbido a Bohren & Der Club of Gore, le recomiendo toda su discografía. Pecado capital perdérselo....


 

martes, 1 de diciembre de 2020

FRANK BLACK & THE CATHOLICS. "Black letter days" (2002)

 

Como tienen que estar el estado actual de Pixies, que hasta los trabajos (muchos de ellos irregulares) de Black Francis en solitario como tal, o con el nombre de Frank Black y sus chicos católicos, son bastante más decente que esta infructuosa vuelta que sólo deja contentos a los muy fans de los duendes. 

En 2002, sacaron dos discos, "Red letter day", y es que el que nos ocupa.  En ambos, como venia siendo habitual, sobresale la atención de Francis a los sonidos tejanos ("The Black rider"), siempre con un toque melódico que si cerramos los ojos hace que por lo menos pasemos con él un buen rato ("California bound"). 

Prefiero sus trabajos como Black Francis a su proyecto junto a The Catholics, pero si me tengo que quedar con un trabajo de esta coalición de cactus y rock con polvo del desierto este "Black letter days". Graciosa suena la western song "Chipa away song" y "Gold heart of stone" suena a épica contenida. 

Si, ya sabemos que siempre estamos pensando en Pixies cuando escuchamos el nombre de Black Francis, y que sus discos de neocountry suelan resultar demasiados lineales. Pero entre canción y canción te puedes encontrar con fuegos de electricidad como la que titula el cd, o conatos lentos de historias de desgracias ("How you went so far").

Me gusta la ralladura minimal de "1826" y en "Southbound bevy" se  inclina por el country mas ortodoxo. Asi es el otrora duende travieso. Lo dicho. Un buen disco, sin más, pero como comenté al principio, escuchando la pésima creación de los Pixies actuales, lo hacen bueno.