jueves, 31 de enero de 2019

LOS ENEMIGOS. "Un tio cabal" (1988)


Reconozco que mi etapa favorita de Los Enemigos es la de los 90. Discos como "Gas", (1996) o "Tras el último no va nadie" (1994), formaron parte por muchos factores, de mi banda sonora personal de aquellos lejanos tiempos. Y por su puesto ese dueto compuesto por "La vida mata" (1990) y "La cuenta atrás" (1991), producciones que fueron las que me acercaron a la banda de Josele Santiago.

Sin embargo sus dos primeros discos, "Ferpectamente" (1986), y este "Un tio cabal", y no sabiendo bien porque, siempre los he ido relegando a un tercer grupo donde ubico el resto de su discografia. El caso es que "Un tio cabal" merece recuperarlo y volver a votar con canciones como "Sanchidrian".

Fino Oyonarte entra en el grupo sustituyendo a Michi González al bajo, y hasta el Reverendo aparece por aquí para darle sentido a las teclas. El disco posee temas redondos repletos de blues y rock, como "Soy un ser humano" y vaciles de esos que perduran a traves de los años como la vibrante "Boquerón".

De guasa y coña te llenas con "No protejas tu medio", para en "Que bien me lo paso" toparnos con Los Enemigos más bluseros que te puedas imaginar. Mi favorita, "Yo, el Rey", un himno de Los Enemigos. Como "Septiembre" y otra ristra de temas que perduran en nuestra psique, en nuestro insconciente colectivo, formado por ese puzzle necesario de piezas para enderezar nuestro cansado cerebro.

Flipas con el rock eléctrico de "John Wayne" y con la letras y música de "No amanece en Bouzas?". En definitiva la máquina ya estaba a punto. Ese Cadillac de barrio herrumbroso ya estaba listo, preparado para regalarnos el sonido que durante tantos momentos tuvimos en nuestra vida como pantalla acústica de alegrías y edades. Grandes Los Enemigos.


martes, 29 de enero de 2019

FRED THOMAS. "Aftering" (2018)


Intento estar siempre atento a las novedades que salen. Son tantos los lanzamientos, que muchas veces se pierden joyas que con el paso del tiempo, quizás topes con ella. Menos mal que éste no es el caso de Fred Thomas, músico de Michigan que lleva 15 años producciones potentes discos de indie rock, power pop y efluvios transcendentales.  Este "Aftering" le pillé a tiempo.

Menuda joya de disco. Para no parar de escucharle. Irradia buen rollo desde el inicio. Y eso que empieza melancólico y taciturno con esa belleza que se llama "Ridiculous landscapes", muy en la onda The Blue Nile.

Los dos siguientes temas, "Alcohol poisoning" y sobre todo "Hopeless ocean drinker" son unas maravilla de indie rock, onda Pavement, para tararear y comer piruletas. Lo bueno de este "Aftering" es que engancha desde la primera escucha. Te pones "Good times are gone again" y los malos días se esfuman de la semana por la rendija de la alegría.

La más potente del disco es la saltarina "Altar" con Anna Burch de acompañante vocal. Toda una delicia de power pop aterciopelado. Pero este "Aftering" contiene mucho más que indie. "House show, late december" son ocho minutos de tristeza ambiental, de ruidos que se meten en tu mañana, mientras Fred habla y el silencio se rompe con una mirada, una sacudida íntima, el fuego que se apaga. Grandiosa canción.

"Mother, daughter, pharmaprix" es otro monumento para enervar sentimientos. Acústica, arpegios de guitarras, balada que suave te coge y no te suelta. Y es que todo "Aftering" es una delicia que no debes de perderte. Canciones de esas construidas con calor, cariño, íntimas y sobrecogedoras.

Fred Thomas no descansa y nos lanza al vacío "Slow waves" con Ashley Hennen, atmosférica y voraz, piano que arropa y que da paso a la última del disco, "What the sermon said" , acompañado con Elliot Bergman confeccionando  otro artefacto ambient dotado de grandes dosis de hechizo y ensueño.

Lo dicho, un inclasificable artista al que hay que tomarle muy en serio y que nos regaló uno de los discos más edificantes de 2018.


domingo, 27 de enero de 2019

DAVID BOWIE. "Reality" (2003)


Ahora que se acaba de cumplir tres años del fallecimiento del artista total, del mas grande icono mundial de la música rock, pop, precursor de tantas modas e ismos, es el momento de recuperar uno de los discos más potentes e interesantes del duque. Y es que le echamos tanto de menos, que tenemos como deber gustoso atacar su discografía por todos los flancos posibles.

"Reality" que vino después de ese otro gran trabajo llamado "Heathen" (2002), se grabó en los EEUU, y es un puntazo donde David desde el principio asume que desde la sencillez se pueden construir monstruosidades como "New kill star", o la versión de Jonathan Richman, "Pablo Picasso".

En "Never get old" divaga sobre la condición de mortalidad que a todos nos persigue y "The Loneliest guy" lenta y suave, nos engatusa como sólo el sabia hacerlo, con el piano en medio de una sala donde los grandes ojos de David hacían de faro y pulso para no perdernos en el mar de la mediocridad.

Grande son "Looking for water" y "She'll drive the big car", viaje por las turbulencias del arte, por ese mundo creado por Bowie donde pernoctaba la necesidad de romper moldes, y la actitud siempre firme de no caer en eufemismos ni en repeticiones aburridas.

"Days" tira de guitarras acústicas para llamarnos a subir más el volumen y en "Fall dog bombs the moon", parece un trasunto de Neil Young and Crazy Horse. Rock eléctrico para no tomarlo a guasa, potente y sideral.

El disco termina con la canción estrella. "Bring me the disco king", un portento de jazz para nightclubs donde el almasólo se pueden curar con gemas como ésta. Sobrecogedor. Después de "Reality" , Bowie tuvo una parada de 10 años hasta su siguientes disco ("The next Day" ). En 2004, tras una actuación en Hamburgo, tuvieron que operarle con urgencia de corazón. El guerrero tuvo que parar su combate contra las medianías. Se paró, se bajó de su nave espacial, y nos dejó 10 años sin noticias discográficas.

"Reality" forma parte pues, de lo más brillante de su última etapa, donde vemos a un artista en perfecto estado, regalándonos dosis y dosis de arte con la única condición de escucharle y dejarte llevar. Grande Bowie, su ausencia sigue presente, sus discos que son su legado, artificios para no perder la pista al más grande músico de toda la historia.


viernes, 25 de enero de 2019

LINDA GUILALA. "Psiconáutica" (2016)


No ando muy descaminado si digo que junto a Silvania, este disco de Linda Guilala es lo más acertado que hemos escuchado en castellano en lo referente a shoegazing. Porque estos 20 temas (la mitad del disco son introducciones de poco minutaje pero que sirven a la perfección como enlace para este viaje de ensueño) son un prodigio de exaltación del ruido, la delicadeza y la poesía.

Eva e Ivan,los culpables de este belleza sideral, consiguen impactarnos con sus arrojos de feedback a toda marcha, ("Monstruo"), o calabazas de pop planetario de ese que te deja con ganas siempre de más ("Cosas nuevas).

Y en este su segundo disco tras "Bucles infinitos" (2009), te piden subir el volumen de tu equipo para sondear con ellos galaxias donde el corazón se permita el gusto de latir con fuerza lunar ("Fobia Social I"),o navegar con la voz de Eva en un estanque de aguas repletas de pecado.

A veces se dejan llevar por el aire una tecnología naif, abstracta, ("Cayendo-2ª Reciviva"), otras se enredan en un laberinto de pop de ensueño para volar ("La última vez (1ª recidiva))". Todo fluye como en un embalsamiento de ruido blanco, de luces que se apagan y encienden, como cuando suena la alegre "Accidente".

"Abstinencia" es otra de las cumbres de un disco que es puro disfruto instrumental, luciérnagas en un camping de eclipses de colores, programación especial para emocionarte con distorsión y jaleo. A su manera se parecen a los Jesus and the Mary Chain ("Fobia social II"), o a una recreación particular de Cocteau Twins, como cuando nos engatusan con la florida "Ansiedad".

Grupo de archipiélagos sónicos, de luceros sin trampa ni cartón. Shoegazing de aquí sin rubor ni fragilidades tontunas. Me gustan. Se disfrutan. Un buen grupo de nubes flotadoras.


miércoles, 23 de enero de 2019

LISABÖ. "Eta edertasunaren lorratzetan biluztu ginen" (2018)


El último disco de Lisabö fue mi regalo de reyes. Un disco que salió casi en el fin del año y que supuso el mejor lanzamiento de 2018 de los salidos por aquí, y creo que no me equivocó si digo que también se merece estar en el podio del 2019. No creo que nadie pueda superar la pegada que destilan estas canciones que te corroen, que te envenenan, que te hacen vibrar como hace mucho no sentías.

Escuchar "Eta edertasunaren...." es una experiencia sensorial, física, que requiere de un buen volumen y del espíritu abierto a estas toneladas de electricidad que te deja patidifuso. Hacen bien empezar con la nota introductoria de "Errautsaren bezpera". El segundo disparo ya rompe el cielo: "Nomden zirkulu tematia".

Y es que ya teniamos mono de Lisabö desde que saliera "Animal lotsatuen putzua" hace ya siete años. Y joder si ha merecido la pena la espera. Karlos Osinaga y el colega Jabi Manterola han conseguido que con solo escuchar el nombre de su grupo, eches gozosamente a temblar.

Todo el disco es para degustarlo con calma y con furia. Una maravilla de esas que necesita que todo el mundo se entere, contagiar a los colegas con la ponzoña vital y nihilista de una banda que siempre te ha dejado boquiabierto, y con este trabajo confirman que no hay nadie como ellos.

Porque cuando suena "Olio tantak ezpainetan", con esas guitarras violentas, posthardcore de fábricas derruidas donde osarios de acero esperan su reconversión en hachas o en rosas de esas que son una daga para el corazón, te quedas sin palabras  El torbellino no cesa, el helicóptero con sus hélices de sueños gastados, potencia, devastación, herrumbre y al final del tema un paisaje ambiental casi cercano al post rock.

Luego, una de las cumbres del cd, "Oroimena galdu aurretik idatzi gabeko gutuna", un volcán donde el grupo expresa toda la inflamación sónica que modulan tan a la perfección. Brusca, brutal, como una locomotora cuya maquina despide humo de desesperanza, como un ariete que rompe los muros que nos atenazan. Y ese parón que hacen al final de la canción, tristeza desgarrada que te perfora, pulsión que se iza sobre nuestras cabezas mientras ya no podemos resistir más tiempo sentados en el sillón.

"Hegaldiaren etenaldian" es el siguiente envite en el camino donde hay momentos que casi se parecen a los Swans y otros en los que cabalgan como también hacen en un contenido avispero de distorsión, gritos y lírica en estado de alarma. Para quitarse el sombrero. Una maravilla de esas que cristalizan en una obra demencial de principio a fin.

Para terminar, el desbordamiento de "Amuz inguratuta", (precisa y cortante, cirugia noise , bravata que te llena de emoción, que te supera con sus alfileres de feedback), y "Denboratik kanpo bizi garenok", perfecto punto final a un disco que te deja sin respiración. Lo dicho, desde ya un disco clásico que nadie con buen gusto se debe de perder.


domingo, 20 de enero de 2019

LONG FIN KILLIE. "Houdini" (1995)


Banda a recuperar. Asi, de primeras. Con solo tres discos, los escoceces Long Fin Killie merecen la sustracción del imperio de la desmemoria. Capitaneados por Luke Sutherland (más tarde en una banda llamada Bows), el cuarteto comenzó con este "Houdini" una breve carrera músical que acabo en 1998, y donde el post rock, los crescendendos guitarreros y la lírica están ensamblados en un rutilante sonido.

Y es que desde el principio consiguen embriagarte. Compañeros de generación y de sello (Too Pure) de Moonshake, Pram o Laika, escuchas la envolvente "(A) Man Ray", con sus trompetas cadenciosas y su aire atmosférico, y no te queda otra cosa que empezar a volar. En "How i blew it with houdini", con la voz brumosa de Sutherland en medio de un telescopio musical , desarrollan una amalgama de post rock con aire arty, chulo, espacial.

Cuando más me gustan es cuando aparece la electricidad en forma de alto voltaje ("Homo erectus"), elaborando vaho venenoso siempre en medio de un decorado estelar que cruje y atrapa .En "The heads of dead surfers"  cuentan con el apoyo del desaparecido cantante de The Fall, Mark E. Smith, como pinceladas ácidas de bendita locura y caos.

"Love smothers allergy" es un puntazo de instrumentación. una ralladura donde al unísono el grupo concreta su fascinación por las punzadas eléctricas en un mar de constantes divagaciones. En "Houdini", cabe todo y más.  Sutherland puede confeccionar una perfomance de versos encantandos en "Hollywood gem", y a continuación en "The Lamberton lamplighter", la mejor del lote, lo más parecido a un hit, donde por momentos me recuerdan a The Wedding Present. Pelotazo.

Pero la filiación de Long Fin Killie por sonidos más experimentales es donde se sienten más agusto. Temas como "Corngold" y "Idiot hormone", donde especulan entre mandolinas, pianos, susurros para soñar. Dejan para el final, los trece minutos de "Unconscious gangs of men", una muestra más del poderío sónico que atesoraban.

Después de "Houdini" vino "Valentino" (1996) y "Amelia" (1997), y el grupo de disolvió pacificamente entre brumas y eones. No hay nada como recuperar los archivos sonoros de otras épocas para comprobar la intensidad y calidad de bandas que surgieron y desaparecieron en un santiamén en una polvareda de tiempo que se agota.


jueves, 17 de enero de 2019

LAS BUENAS NOCHES. "Un mal dia lo tiene cualquiera" (2011)


Si el primer disco de la banda sevillana Las Buenas Noches, "Aventuras domésticas" me gustó por su particular manera de enfocar el concepto folk, este segundo largo, "Un mal dia lo tiene cualquiera", los pone en alguna parte de la frontera que colinda con propuestas como Wovenhand.

Sus canciones paracen surgir de una especie de western noir o de una comarca perdida de la Pampa, donde la voz de su vocalista Rubén Alonso, arrolla, mientras las banda nos sumerge en una intrincada atmósfera donde los instrumentos viven del caos y la demolición ("El fin del mundo" y "El hombre del tiempo").

El gran Miguel Brieva (también en la banda) es el que se encarga de la magnifica portada, que parece llamar a la escucha de una de las propuestas más interesantes, por su falta de ubicación en estilos y modas, por su hechizo constante desde que inicias su audición. "La jungla", mi preferida, suena a los Andes. Como "Tucumán" y su deje sinuoso que te engancha y te mece.

"Crimea" es una corriente de experimentación zingara que da paso a "Media vida", costumbrismo con banjo y fatuos fuegos que recorren espanto, palabras que se clavan, perdidas irreparrables. "40 ladrones" es canción de fogata y coyotes, temperaturas altas, andamiaje sonoro a rebosar de pulsiones añejas.

Para el final, la bizarra "Oda a la seguridad", los acerca a Pony Bravo, y "El día de tu boda" es el tema que ponen al final del camino para convecerte, si aún no lo estás, que hay otros mundos aparte de la música independiente.


martes, 15 de enero de 2019

BILL RYDER-JONES. "Yawn" (2018)


Qué gusto es toparse con artistas como Bill Ryder-Jones. El que fuera guitarrista de The Coral, en éste su tercer y mejor disco, (tampoco hay que perderse "A bad wind blows in my heart" (2013) y "West kirby country primary"(2015)), confecciona un potentente ejercicio de slowcore rompe corazones.

Y es que desde que se inicia el disco con la sobrecogedora y afilada "There's something on your mind", sabes muy bien donde poner este precioso disco: allí donde reposan los cds de The New Year, American Music Club o Red House Painters. Y uno que es aficionado a los desgarros emocionales, a la levedad confeccionada de arpegios de rocío, este "Yawn" es como la perfecta banda sonora para el ensueño.

"Time will be the only saviour", como el resto del trabajo, es una paleta donde los susurros de Bill Ryder-Jones se cruzan con silencios que te desgarran, creando climax de otoños perpetuos. Cuando no aparecen los destellos eléctricos, te dejas llevar por un folk de terciopelo donde es fácil perderse y volar, como en la brillante "Recover".

Pero cuando se hace verdaderamente exquisito el mensaje de Bill Ryder-Jones, es cuando nos suelta en mitad de proclamas de dolor, raciones de feedback encrespado y sentimental ("Mither"). Oir "Yawn" es instalarte en un porche a la luz de la tarde que se apaga mientras suenan maravillas contagiosas como "And then there's you" o la indescriptible "There are worse things i could do", bellezas que ronronean, suavidades que diseñan esperanzas y rubores encantadores.

Un disfrute de comienzo a fin."Don't be scared, i love you" es el culmen de la catarsis de un lp redondo, que sabe llegar al corazón, que te saca la lengua como el chaval de la portada, para que sonrias mientras te estremeces con flipadas como "John". Ayuda que la mayoría de las canciones superen los 4 minutos. Hay que tener tiempo para escribir sobre intensidades y nubarrones de luceros.

Bill Ryder-Jones, un nombre a seguir, un elaborador de sensaciones que parecen que no se apagan cuando el disco se acaba, y queda áun en el aire la huella del fin, ("Happy song"). De lo mejorcito que salió en el año ya marchitado. No hay que perdérselo.


domingo, 13 de enero de 2019

KILLING JOKE. "Pandemonium" (1994)


Cuando en 1994, Killing Joke sacaron este "Pandemonium" la banda llevaba 4 años en barbecho. Muchos pensamos en esa época que una de las formaciones punteras del post punk había pasado a mejor vida después de haber cosechado un abanico de discos de esos que quitan el hipo ("Revelations" (1984) o "Outside the gate" (1988)), pero por fortuna nos equivocamos.

Y eso que el inicio del disco con el tema que titula el álbum parece que La Broma Asesina se había pasado al tecno. Pero no, a continuación viene el pistoletazo de metal industrial que es "Exorcism" y sonreímos agradecidos por que Jaz Coleman y sus chicos continuaban ofreciéndonos de su magia negra a raudales

En "Pandemonium", Coleman abraza los sonidos más metálicos, pero sin dejar de lado la épica oscura que acompaña a su larga y vasta historia ("Millenium"). Estas tres primeras canciones se grabaron en la pirámide de Giza. No es de extrañar pues cierto álito mortecino oriental, como lo que se refleja en "Communion".

Sin embargo mis preferidas vienen de la mano del sonido característico de Killing Joke que todos conocemos. Himnos como "Black moon", o salvajadas instrumentales como "Labyrinth" son fiel reflejo de la capacidad de Coleman de aturdirnos con su mesianismo de oscuridad.

Me quedo loco cuando vuelvo a escuchar "Jana", y la introducción de teclados y máquinas de ritmos en temas como "Whiteout" siguen sonando actuales a fecha de hoy. "Pleasures of the flesh" y "Mathematics of chaos", ponen el rip a un disco de esos que los fanáticos de este enorme grupo disfrutamos como si 1994 estuviese a la vuelta de la esquina. Y es que Killing Joke, eran mucho Killing Joke. Todavía estamos esperando noticias suyas tras el monumental "Pylon" de 2015. Seguiremos pues oido avizor....


jueves, 10 de enero de 2019

DEERHOOF. "The runners four" (2005)


El séptimo disco de esta bizarra y elegante banda, es quizás mi favorito de toda su larga carrera que llega hasta la actualidad. Su casi hora de duración es un conjunto efectista de todas las armas que atesoran para elaborar una especie de pop malsano repleto de rendijas donde se cuelan sonidos siderales, ecos de noise pop, donde todo esta permitido.

Y mucho en su haber tiene la cantante y bajo Satomi Matsukazi para que Deerhoof sean lo que son. Los dos primeros temas del disco, "Chatterboxes" y "Twin killer" son una barrabasada de sonidos orates, con esa vocecilla diablo de Satomi y esos ruidillos que aparecen y desaparecen en desbandada.

"Running thoughts" tiene un aire de indolencia infantil que acaba casi en sonidos progresivos, como "Vivid cheek love song", eléctrica y mágica que da paso a "O'Malley, former underdog", o como reinventar a Stereolab con lucecillas nerviosas y espasmódicas.

"Odyssey" es una nana que te llama a guerrear y el inicio guitarrero de "Wrong time capsule" es puro indie rock nervioso y esdrújulo. Así son Deerhoof, una bella anomalía en el pop, un nervio loco que raya en cordura. Cambios de ritmos inspirados en tiempo de psicodelia ("Spirit dities of no tone"), junto a dulzuras envenenadas que te llevan a la desesperación más sana ("Sream team").

El cuarteto se mueve a sus anchas por un terreno donde ellos mismos son agrimensores sin pretensión de invadir terrenos ajenos, y si de cultivar extrañas mezclas en viñas que acarrean viajes que te harán gozar ("You can see"). Una hora que pasa en moto y sin casco, y que también tiene momentos tranquilos como la bella "After me the deluge" y otros paraxismos que recuerdan algo a The Breeders como la bestial "Siriustar".

Un puntazo recuperar esta antigua joya repleta de teclados planeadores, "Lemon & little lemon" y bebidas en horizontes premeditados de emoción, como la impactante y sinfónica "Bone-dray". Y así hasta el ocaso del cd con esa vesanía que se llama "Rrrrrrright".

Deerhoof, no hay nada como empezar año y mes con esta calentura lunar de sonidos para no encasillar de un combo que no tiene desperdicio, con una discografía de esas que no te debes perder ningún trabajo.


martes, 8 de enero de 2019

DEAD CAN DANCE. "Dionysus" (2018)


Estamos de enhorabuena. Tras seis años sin saber de ellos, Lisa Gerrard y Brendan Parry vuelven a llenarnos de misticismos, de músicas de otros siglos, de espiritualidad a lomos de carcajadas de rocío. "Dionysus" es un disco más imprescindible en su dilatada carrera, otra colección de temas divididos en dos actos, y desde que empieza el primero con "Sea borne", es como si hubiesen creado una pócima secreta para detener la dictadura del tiempo.

Dionisio, el dios griego de la vendimia, del vino, de la exaltación, es la figura que se fijan Lisa y Brendan para soñar almas libres de condena. "Liberator of minds" es sensualmente oriental y "Dance of the Bacchantes" es lujuria, voces de fiesta, bacanal y mil sueños.

El segundo acto comienza con "The mountain" con el aporte vocal predominante de Brendan, y que deja paso a "The invocation", donde ese torrente sonoro que nace de la garganta de Lisa, se convierte en un paseo por fuentes y mares en un oriente que se halla en la psique de los cuentos.

"The forest", es gótica y saltarina y el final con "Psychopomp", donde parece que está llamando a fin de viaje, al ocaso de un salmodia repleta de sensaciones y goce. Dead Can Dance siempre será un lujo para el escuchante. Su música siempre fuera de las leyes de lo que se oye en la actualidad, es un fiel reflejo de la inquietud de dos músicos que parecen tener el don de la sorpresa eterna.


domingo, 6 de enero de 2019

JULIO DE LA ROSA. "M.O.S." (2004)


Con "M.O.S.", empezó su trabajo en solitario el que fuera miembro de El Hombre Burbuja. Primer disco de una de las carreras más interesantes nacidas al albur del lirismo y que cuenta también con una buena representación de bandas sonoras para películas (a destacar sobre todo su labor compositiva en "La Isla mínima").

"M.O.S." es el disco más árido y guitarrero de su discografía ("A pleno sol") y donde de nuevo la pluma y los textos predominan como eje fundamental en unas canciones que funcionan desde la primera escucha por su épica de corazones robados ("De no verte").

"Braille (segunda parte)", intuye lo que nos encontraríamos en discos posteriores de Julio de la Rosa ("La herida universal" o "Pequeños trastornos sin importancia"). Rozan en "Otro de sus juegos"  una especia de slowcore cabreado para en "El monstruo nunca duerme", volver a componer rimas asonantes, dolorosos versos de esos que dejan huella y no se borran.

Siguen las guitarras en "Otra felicidad" , para en "M", regalarnos su cara más acústica. En "Más tus huellas que mis pasos" parece que estuviésemos frente a una versión personal de Sr. Chinarro, para en "Agua turbia" tirar por la calle de en medio con electricidad y fogonazos cardiacos.

Me gusta como suena "Para mis heridas". Himno que vuelves y vuelves a poner para quedarte dormido con la sonoridad de "Entresueños". Potente pues y necesaria recuperación de un autor de esos que siempre ha ofrecido buenas excusas para gastarnos los cuartos con sus discos. Mi preferido, sin duda, "Pequeños trastornos sin importancia", sigue siendo imbatible. Este "M.O.S." una delicia a disfrutar entre frío y ojos cerrados.


miércoles, 2 de enero de 2019

PSYCHIC TV/ PTV3. "Hell is in invisible....heaven is her/E" 2007)


Nos quedamos con las ganas de saber que hubiera pasado si como quería Genesis P-Orridge, hubiese unido su carrera a Ian Curtis. Fue justo antes de su suicidio cuando el ex-Throbbing Gristle, le propuso al desafortunado cantante de Joy Division la unión de ambos en un proyecto del que solo podemos ya intuir la monstruosidad que podía haber salido de allí.

Genesis P-Orridge, es el gran agitador de la escena más alternativa, cuando lo alternativo es de verdad transgresión y ruptura. Aparte de los citados Throbbing Gristle, también transitó en Pigface y otras bandas, siendo Psychic Tv, su verdadero vehículo de lucimiento de su discurso total.

Psychic Tv/PTV3, es el nombre que dio a otra vuelta de tuerca, al nacimiento desde la putrefacción de otra banda que comparte con Psychic Tv, el post punk, la psicodelia setentera, el artrock más inclinado al desbarre... Bueno, la verdad es que te dejan poca opción a calificar una música que depara sorpresas a cada escucha.

El disco, versa sobre el concepto de muerte hasta la resurrección del cuerpo en medio de un torrente de lava espiritual. Hay queda eso. Y el lp es un compendio de ese arte devastador al que Genesis P. Orridge nos tiene acostumbrados. El empiece no puede ser más bestial, con ese riff de guitarra que parece sacado de un álbum de The Police, ("Higher and higher") y que continua con el post punk oscuro de "In thee Body" con Nick Zinner de Yeah Yeah Yeah a la guitarra.

"Lies,and then" suena a años ochenta por todos los costados y en "Maximum Swing", aparece Gibby Haynes, de The Butthole Surfers, para darle aun más riesgo y locura al asunto. "New York Story", casi parece una nana de la Velvet y "I don't think so" es una barrabasada psicodélica que tira para atrás.

Un disfrute para empezar el año la escucha de este disco. Sientes que no hay contención, que todo fluye por una corriente de libertad extrema donde Genesis y sus músicos, como ha sido siempre, van mas allá de la siempre creación musical ("Hookah chalice").

Luego te topas con el vacile de "Just because" y la salmodia electrónica de "Bb" para terminar el disco con la oriental "Milk Baba". Una delicia para no parar de escuchar, un autentico torbellino de sensaciones, de luces y neones, este disco que gustará a los buscadores de islotes nuevos a descubrir. A los que ya le conocen, una estrambótica vacación de riesgos.