Este fue el disco de despedida que esta misteriosa y enigmática banda experimental nos regaló para el uso y disfrute de los que nos apasiona los paseos en barcas por Hades efímeros, por aguas siempre traslucidas donde las almas penetran hasta el confín del entendimiento.
En 2004, falleció su vocalista John Balance, y el disco es una compilación donde se nos muestra la versatilidad, sutileza, y sobre todo la sugestión que creaban en cada uno de sus trabajos, lugares por donde perderse y siempre hallar nenúfares sónicos donde pernoctar entre agitación y calma.
"Fire in the mind" y sobre todo los 10 minutos hipnóticos de "The last amethyst deceiver" son las primeras piezas donde se vislumbra el teatro musical que creaban, la repetición que atrapaba con la voz de Balance confesando palabras siempre bendecidas como salmos misteriosos.
Peter Christophersen la otra parte de Coil, todavía con el dolor presente por la marcha de su colega, selecciona los temas que más representan la vida de un combo de esos que tuvo la profundidad y la búsqueda como principales componentes compositivos.
"Triple sun" da miedo y "It's in my blood" seria una buena acompañante por si quieres empezar una velada con Swans y seguir con Coil. Folk oscuro es "I don't get it" y eh "Heaven's blade" hacen su aparición elementos electrónicos que casan a la perfección con la idiosincrasia de Coil.
Todo Coil era así. Sus conciertos, un ritual, sus discos un regalo para los que amamos la transgresión ("Cold cell"). Para terminar este baile de espectros, "Amber rein" y "Going up", dos fogonazos de oratoria decadente que te pone los pelos de punta.
Valga pues esta dedicatoria a una banda increíble, y este disco para los que aun no han caído en sus redes abrasivas. Enormes Coil.
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