Pedazo de disco se han sacado de la manga estos yogurines. Vale, quizás estas 9 canciones no tengan la pegada y la contundencia de sus anteriores trallazos, (sobre todo el sobresaliente "Here and nowhere else" ). Pero si nada más empezar el disco te topas con una canción como "Up to the surface", himno doloroso de indie rock, ya te tienen ganado.
Cloud Nothing ha matizado su propuesta, cada vez se acerca a una versión aguerrida, de Replacements, alejando los conatos de post-hardcore de su pasado cercano. Es una barbaridad la melodía que se sacan de la manga en "Things are right with you", con la voz de su lider Dylan Baldi cada vez más robusta, refrescante.
En los 90 me los imagino girando con Sugar. Y eso es lo bueno de esta banda, Su sencillez apabullante, su pegada y sus hits instantáneos para tararear y gozar sin reparos. El single "Internal world" te pone los pelos de punta, me hace levantarme de la silla y darle gusto al dedo que eleva la fecha del mando de la cadena hasta que los cristales tiemblan. Ahora espero las lágrimas. O las esquirlas.
La que más se puede parecer a lo hecho por ellos con anterioridad es ese mazacote de distorsión llamado "Darkened rings", músculo, electroshock y adrenalina pura.Contundencia al límite. De las mejores de este disco de 9 temas, que se pasa en un pispas.
Y cuando se ponen melancólicos y recuperan para nuestro goce el sonido de Pavement en "Enter entirely" nos ponemos a tirar cohetes sin rubor ni verguenza. La ostia como suenan los chicos. Luego en "Modern act" se sacan la vena adolescente que llevan dentro para repartir tristezas con sus guitarras que hechan chispas, para radiar cuando estemos de capa caída. Sin respiro, otro batacazo de electricidad y melodía, "Sight unseen", palabras mayores, luces que se encienden y se apagan, fogonazos de rock sin mácula de aburrimiento. Grandes, muy grandes.
Asfixiantes y cortantes aparecen en "Strange year". Aquí no hay sitio para la luz. Depresivos, como Husker Du tocando frente a una pared, alejados de todo, con parones que dan miedo, con puntos de energía que repican malos sueños, posthardcore lento y peligroso. Parece que la inocencia descansa en un cubo de basura.
Para terminar, otra temeridad densa y brutal, la más larga del lote, los cinco minutos largos de "Realize my fate", más desgarro, más incomodidad, más ferocidad. Un disco que apabulla, que gime, que exalta, que pasa veloz, que queda huella, de lo mejor del año por el momento.
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