Que alegría poder degustar discos como este. Con esa portada parecen una banda de metal extremo. Greg Dulli ha vuelto de nuevo para que no olvidemos los 90, para que nuestra melancolía se llene de espasmos, de soul rugoso, de afectividad nunca impostada. Una canción-introducción, "Birdland" y todo sigue como lo dejaron en el año 2014, en el también muy bueno "Do to the best".
Dully y sus chicos a lo suyo. En los 90 no tuvieron la fortuna de éxito de muchos compañeros de generación, ahora, en el 2017, pueden estar orgullosos de fabricar canciones que son encantamiento ("Arabian heigths"). "In spades", dedicado a su guitarra Dave Rosser, aquejado de cancer, es como toda la obra de The Afghan Whigs, estimable, intensa, repleta de fogosidad y rabia.
"Demon in profile", uno de los puntos álgidos de este notable cd, empieza con piano para rápido colarse un espontáneo riff para hacer bailar la dicha junto a los vientos que suspiran ritmo, ocio para el que escruta y encuentra la belleza de canciones de esas que perduran.
Los autores de trabajos como "Black love" o "Gentlemen" siguen en la cumbre, conspirando con himnos que se silban con los ojos cerrados, como la fenomenal "Toy automatic" y la espeluznante "Oriole".
Las guitarras toman nervios en "Copernicus", melódica, radiante, escenario de proezas íntimas, flores en rama de sueños y sucesos. Como el soul vitamínico de "Light as a feather", un portento con garantías de perdurar como una de las grandes canciones de la discografía de The Afghan Whigs. Estoy sentado y se me mueve todo el cuerpo.
Para terminar, dos piezas frágiles, dolorosas, "I got lost" y "Into the floor", elixir embaucador, la fogosidad de la tormenta, con un final apoteósico en la que cierra el disco, electricidad que carboniza corazones, espasmos y detonación. The Afghan Whigs, un rubor que no se acaba, el arte de los 90 en pura salud eterna.
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