domingo, 9 de septiembre de 2018

CHELSEA WOLFE. "Pain is beauty" (2013)


Folk gótico. No hay mejor manera de llamar a la música que hace Chelsea Wolfe, que en este cuarto trabajo, se redime con oscuridades espabiladas, con nocturnos paseos por noches que nunca se acaban ("Feral love").

Y es que la cantante norteamericana se sacó de su sombrero de conejos negros un disco de esos oscuros, que atrapan y te dejan sin respiración. "We hit a wall", nos remite a Pj Harvey, y "House of metal", es una marcha electrónica de dolor y miedo.

Como "The Warden" y ese carisma  de sombras que se hacen grandes cuando Chelsea Wolfe canta entre toneladas de racimos de veneno. Mi preferida, la que más distorsión tiene, "Destruction makes the world burn brighter", una nana de catarsis contenida y cruel.

"Sick" y "Kings" son góticas hasta en el hálito que producen cuando sus sonoridades se adecuan con paisajes repletos de destrucción y dolor. "Reins" apuesta por su lado más folk para en "Ancestors, the ancients", envolvernos con su voz damero de conductas depravadas.

Para terminar, "The waves haves comes" y "Lone", dos estrellas apagadas al albur de las malas noticias, una seminal concatenación de ofrendas a los latidos que se apagan. "Pain is beauty", un disco de esos que hay que oír con relajo y paz, un zarpazo de luminosidad a mansalva. La demolición de la alegría a cuentagotas.


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